Crecer es una palabra muy complicada. A veces todavía me sigo preguntando qué significa.
Se supone que en mis treintas debería comportarme diferente a cuando era chiquita, justamente por eso, porque ya crecí. Pero, ¿en qué momento lo hice? Y no me refiero a la estatura, ni siquiera voy a tocar ese tema porque ahí no hay nada más que hacer. Me refiero al significado de crecer que hace referencia a tener más años y a ser un adulto.
Siendo honesta, no estoy segura de querer crecer o de seguir haciéndolo porque en cierta forma parece que las cosas se empiezan a poner más serias o menos divertidas, por lo menos. No, definitivamente no quiero crecer.
A veces creo que no quiero hacerlo porque le temo a las responsabilidades, a enfrentar la realidad con otros ojos, a conocer y entender las cosas que pasan en el mundo. Y digo entender haciendo referencia al hecho de que estoy consciente de lo que está pasando, pero hay muchas cosas que realmente no entiendo y que no me explico y otras tantas que la verdad no quiero entender.
El tiempo pasa, crecemos y empezamos a ver la vida de una manera más cuadrada. Hacemos cosas que tenemos que hacer y no porque queremos hacerlas. Otra vez, responsabilidades. Pero esas responsabilidades no tienen que ser aburridas, no tienen que pesarnos, no tienen que dejar de regalarnos pequeños pedacitos de felicidad.
Y es que cuando las cosas dejan de ser divertidas pierden parte de su encanto. Cuando eso pasa, empezamos a vivir la vida en automático dando prioridad a lo que tiene que pasar y no a lo que queremos que pase. Olvidamos por completo esos momentos de felicidad, olvidamos esas cosas que nos hacen sonreír, olvidamos esas cosas que nos hacen reír a carcajadas, que nos divierten, que nos relajan, que nos dan magia y que nos hacen sonreír desde adentro. (*Inserte aquí Glorious de Natalie Imbruglia)
Es por eso que a veces me gustaría regresar a esos días en los que no me enteraba de los problemas de los grandes. Días en los que la tarea de mate era mi única responsabilidad. Días en los que sucedía magia debajo de mi almohada cuando se me caía un diente. Días en los que volar con ET era algo real para mí y no solo un juego. Días en los que todavía creía en la magia y en los que, sin saber cómo o por qué, creía un poquito más en mí.
Y en los últimos años he ido acordándome de la magia, esa que aparece cuando te enfrentas con algo que te llena de emoción, con algo que te hace sentir cosquillas en la barriga, con algo que te hace abrir los ojos y decir «wow». Esa misma magia me encontró hace poco en una luciérnaga que me sorprendió cuando iba caminando por la calle. Esa misma magia me encontró hace poco cuando fui al bosque y decidí «hacerme taquito» y rodar en el pasto por una bajadita. Esa misma magia que, si ponemos atención, podemos encontrarla más cerca de lo que pensamos. Porque la magia está siempre ahí, y aunque queremos crearla, ella está ahí mirándonos y esperando a que volteemos a verla.
Así que no, definitivamente no quiero crecer. Y he decidido que no tengo que hacerlo porque puedo vivir como adulto siempre y cuando siga manteniendo viva a la niña que llevo dentro.
Compartir lo que escribo por aquí y que esté disponible para todos sin una suscripción es importante para mí. Si te gustó este texto y quieres apoyar mi trabajo, ¡puedes regalarme un cafecito! Me haría muy feliz, es lo que me acompaña cuando escribo.
Gracias por leerme, gracias por estar aquí.
Dany
También puedes apoyar esta publicación sin tener una suscripción, en:
Paypal
Stripe
Te invito a Soul & Creative Writing, una sesión en la que voy a compartir contigo cómo usar la escritura de forma introspectiva, para profundizar, expresar, crear, reconocer tu estilo y así escribir tu historia. Es el 14 de mayo a las 7:00 mxn, la inversión es de $355 mxn. Puedes ver la info e inscribirte aquí.